miércoles, 22 de febrero de 2017

Viajar con el corazón roto.

Acá estoy de vuelta, como en un eterno volver.

Finalmente nos fuimos, primero la pasé mal, que muy mal, después bien, luego muy  bien y finalmente volví feliz del viaje cortito por las " Uropas."



El viaje salió entre improvisado y a lo que fuera surgiendo. El año pasado no hubo espacio, ni deseos, ni fuerza para organizar nada de nada. De hecho en estas vacaciones últimas no íbamos a viajar a Europa, queríamos rumbear para otro lado. Pero cuando empezó a desmoronarse la vida de mi viejito, con ese dolor inmenso se desmoronaron nuestros proyectos viajeros.

Una vez que papá nos dejó en esta dimensión y todo eran lágrimas y un extrañarlo enorme pensé que me haría bien tomar distancia. Qué ingenua!
Barajamos opciones más cercanas, recibimos la invitación de mi amiga cuñada a Punta del Diablo, donde también pasaría unos días otra amiga en común del grupete selecto...pero ninguna idea me cerraba. Me quería borrar del Universo pero no me veía en ningún lado. Pasado fin de año y algunas reacomodaciones laborales de mi compañero, resultó que el Vasco necesitó viajar a España, así que entre gallos y medianoches sacamos los pasajes, reservamos nuestro hotel - cada día más hermoso- de Madrid y allí nos fuimos. Para mí Madrid es una Buenos Aires muchísimo menos hostil y a la vez tan entrañable como ella. No me deparaba  exigencia viajera de ningún tipo, así que compré la opción.
Pero yo estaba viajando en pleno duelo y no me podía ir de Bs As sin que mamá tuviera algo resulto esos días en que me iba a ausentar. Entonces pensamos con el Vasco que sería una excelente oportunidad para que ella que hacía ya algunos años no tomaba vacaciones , por los achaques de mi viejito, se lanzara a la aventura de viajar, un tramo con nosotros y - si le daba el cuero- otro tramo sola.

Mi mamá, Malena,  ya había viajado a Europa en 3 oportunidades anteriores, siempre en compañía de mi papá y además abrigada por la "comodidad" de un tours. Pero siempre le había quedado la espinita de viajar sola.
No estaba segura de si el contexto era el más propicio para que Malena pasara airosa el desafío, dudó mucho sobre si hacerlo o no, pero su deseo de carretear y tomar vuelo hacia la vida, hacia otra energía, terminó decidiéndola y allá se fue solita a Madrid.

Este viaje fue en todo atípico. Fue nuestro noveno y consecutivo viaje en común y en época invernal a Europa. Y el primero en que - días antes- las tormentas de nieve, olas de frío polar azotaban a la península toda. Así que llegamos y nos decidimos a cruzar a Portugal, más precisamente a Oporto a pasar unos días, dado que - a pesar de su proximidad- anunciaban buen tiempo. Y además, era una ciudad que habíamos tenido que suspender en tres oportunidades anteriores, ya con pasaje en mano, por las grandes lluvias de invierno.

Ya les contaré de Oporto, pero como adelanto, por si no la conocés, ya te digo que es de visita obligatoria en cualquier viaje a Europa.
En esos primeros días de esa semana reparadora e inolvidable, derrapé mal anímicamente. No entendía cómo me había decidido a hacer semejante viaje cuando mi corazón estaba estallado, roto. Malena estaba nerviosa, su salud estaba cobrándose por adelantado esos nervios, así que a la distancia su ansiedad y malestar físico me estaban arrinconando contra el ring. Mi propio ring armado con culpas, tristeza, desazón, ausencia total de alegría o curiosidad alguna por lo que estaba por vivir, un amor de para toda la vida con una ciudad como Oporto. Mi hermano más chico trataba de calmarme y el Vasco fue quien me ayudó a acomodar lo que sentía con lo que estaba viviendo más lo que me había tocado vivir.

A partir de entonces, el Universo se alineó para mí y volvió a mi cuerpo mi alma de valija que no sé por dónde me había abandonado y ya todo fue disfrute y agradecimiento a la vida y a la posibilidad de estar viva para disfrutar todo cuanto pudiera.

De Oporto volvimos a Madrid. Como la cosa climática no terminaba de acomodarse casi en ningún rincón de Europa, nos decidimos por Londres y allí nos quedamos una semana, disfrutándola a nuestras anchas, pero en plan relax total. Nos levantábamos tarde, sin las prisas de quien se asoma a esta ciudad increíble por primera, segunda, o tercera vez. Así que- aunque siempre nos resulta inabarcable para una sola vida y una sola semana- nos movimos en plan vacaciones.
Londres se portó por primera vez en tantos años de ir a visitarla, como cuentan los cuentos y al estilo más estereotipado, climáticamente hablando. Días de bruma, niebla espesa, alguna lluvia...en fin que la vimos con sol una solita vez. Y sí, alguna vez nos tenía que tocar que Londres hiciera de Londres.
Para entonces, mi madre ya estaba por viajar a Madrid, así que pasó cuatro días sola en esa ciudad que también le resulta de lo más amigable y luego sobrevino el reencuentro.

Se sentía plena y muy agradecida, por haberla impulsado a cruzar el charcazo atlántico sola su alma. Y de allí en adelante nos convertimos en tres viajeros- colegas- apasionados por sacarle el jugo al máximo a lo que tocara. El Vasco hizo su viaje al norte España, nosotras aprovechamos para pataperrear hasta el desmayo por Madrid. Cuando el Vasco volvió resolvimos irnos a Sevilla, ciudad que también habíamos tenido que dejar de lado, en el viaje de primavera del año pasado, por cuestiones laborales del muchacho. Así que nos pasamos otra semanita en la Sevilla que - habiéndola conocido de soltera ,allá por mis 25 pirulines- conserva todavía hoy ese "color especial".

Celebramos en cada oportunidad nuestra vida, en cada recuerdo lo compartido con papá y volvimos los tres muy felices por tan precioso viaje.

Así que aprendí que cada uno transita su duelo como puede. No se puede luchar con eso, mejor amigarse y , sobretodo, seguir viviendo en modo VIVA.

Besotes gente linda, lindísima. Ya en los próximos posteos, iré contando y compartiendo datos  todo lo que pudo captar mi alma de valija. Hasta pronto!